Recomponer los vínculos y relaciones entre los seres humanos y sus contextos es una perspectiva facilitadora dentro de los procesos de cambio positivos. El fortalecimiento de lazos y conexiones evoca aprendizaje, oportunidad y productividad. La conectividad es la esencia y el punto de partida del ser humano y sus construcciones relacionales no solo consigo mismo sino con el entorno. Podemos mirar desde adentro o podemos mirar desde afuera lo relevante es vitalizar la relaciones existentes y detectar puntos de poder para crear otras interacciones sistémicas entendiendo que no es posible prosperar como una unidad sola y excluida.

Si se sabe que todo está inmerso en una relación de permanente cambio porque no participar de esta dinámica de una manera inteligente y voluntaria invirtiendo de los recursos internos y externos disponibles. El proceso de transformación no es un proceso al azar a menos que decidamos apartarnos de él, existen opciones de participación y aunque estamos influenciados por la vida y la manera como la interpretamos siempre podemos avanzar de maneras diferentes. Cambiamos gracias a invenciones, descubrimientos, nuevas adaptaciones o percepciones y al despliegue de potencialidades inmanentes de las personas y las sociedades. El cambio está inmerso en cada detalle porque naturalmente buscamos la autorrealización. Es un proceso gradual, progresivo acompañado por crisis, rupturas, alegrías, sueños, menospreciar factores exógenos como información, correlación etc., es un desperdicio de oportunidad como también grave sería no considerar los recursos internos. La vida y la transformación van de la mano, el nacimiento, la infancia, la juventud, la adultez o la vejes no pueden ser detenidos ni vale la pena intentar retenerlos, lo importante es esculpir la transformación que vislumbramos a través ellos.